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Si encontramos vida en otros lugares del Cosmos, significaría que la biología surge en cuanto la química es suficientemente compleja

¿Podrían los extraterrestres acabar con la humanidad? “A pesar de las interesantes propuestas de la ciencia ficción, no sabemos de la existencia de ningún extraterrestre”. Sí se han detectado “muchos lugares en el Cosmos en los que podría haber algún tipo de vida: planetas o satélites donde se dan las condiciones para que la química haya dado lugar a la biología y existan microorganismos parecidos a los de nuestro planeta o quizá incluso eucariotas (células con núcleo) más o menos complejos e inteligentes.”

Lo decía Carlos Briones, investigador del CSIC en el Centro de Astrobiología (Centro mixto del CSIC y el INTA, asociado al Programa de Astrobiología de la NASA) y autor de varios libros, como el reciente “¿Estamos Solos? En busca de otras vidas en el Cosmos” (Ed. Crítica, 2020) y que participaba en el curso “La ciencia de los jinetes del Apocalipsis: una aproximación científica a los riesgos existenciales de la Humanidad”.

Para llegar a la vida inteligente han sido necesarias muchas etapas evolutivas en la Tierra y “no hay ninguna evidencia de que la evolución biológica, siempre entre el azar y la necesidad, haya podido originar algo parecido a nosotros en cualquier otro punto del Universo. Tampoco hay evidencias de otras vidas microbianas, aunque esto sería mucho más probable.”

Afirmaba Carlos Briones que dentro del Sistema Solar hay varios lugares en los que la vida podría haberse originado. Sería el caso del subsuelo de Marte: “un planeta que apenas tiene atmósfera y carece de capa de ozono, cuya desértica y fría superficie está muy afectada por la radiación que proviene del Sol. Sin embargo, el planeta rojo fue habitable y muy parecido a la Tierra hace unos 3.800 millones de años, cuando la vida se estaba originando aquí. Por tanto, si la biología también surgió en Marte quizá nos haya dejado firmas que podamos identificar actualmente, o tal vez incluso siga desarrollándose en ese subsuelo que aún contiene agua con sales”. Además, hay otros lugares dentro del Sistema Solar muy interesantes para la posible existencia de vida como el satélite Europa de Júpiter, o Encélado y Titán en el sistema de Saturno. “En esos satélites, que poseen océanos de agua líquida bajo su superficie de hielo, podría haber seres vivos en la actualidad. Pero no lo sabemos”. De hecho, afirma Briones “a día de hoy no tenemos ninguna prueba con la que los científicos podamos asegurar que existe vida fuera de la Tierra. Sólo señalamos lugares con posibilidades de que haya surgido, pero no hay pruebas de que exista”.

De encontrar algún tipo de vida, la más probable sería la microbiana… y esta podría ser similar o bien muy diferente a la terrícola. Su hallazgo, en cualquier caso, “supondría poder responder a la pregunta de si la vida es algo muy difícil de producir (y que surgió en la Tierra sólo por casualidad) o si la biología la vida surge en cuanto la química es suficientemente compleja. Además, si la encontráramos en el Sistema Solar podría significar que quizá existan otras vidas fuera de nuestro vecindario cósmico, alrededor de otras estrellas de los trillones que hay en el Cosmos”.

Para que la vida se origine y mantenga son necesarios tres componentes: el agua, moléculas orgánicas y una fuente de energía. “Si encontráramos vida microbiana fuera de este punto azul pálido nos pondríamos a estudiarla, veríamos si es muy diferente a la nuestra, si tiene una bioquímica igual o distinta. Ya sabemos que, en ciencia, cuando obtienes una respuesta surgen siempre nuevas preguntas”. Y este investigador del CSIC añade: “La detección de una forma de vida alienígena nos llevaría a preguntarnos cuánto de parecida es a la nuestra, si la bioquímica es común (por ejemplo, si tiene proteínas o ADN)” ¿Sólo la contemplaríamos? “¿Los científicos la analizaríamos y trataríamos de aprender todo lo posible sobre ella, aunque quizá otros querrían utilizarla de alguna forma o explotarla. Así, durante las próximas décadas podría entrar en conflicto la exploración que los científicos proponemos para otros cuerpos del Sistema Solar con la explotación que quizá alguien quiera hacer en el ámbito de la minería o incluso del turismo”.

Como es propio en el campo de la Astrobiología, Carlos Briones no deja de estudiar la vida de la Tierra para aprender cómo podría ser fuera de ella. Para ello, nos dice, “investigo con moléculas biológicas (en particular, el ácido ribonucleico o ARN, similar al ADN pero más versátil desde el punto de vista funcional), virus, y microorganismos extremófilos que nos puedan dar pistas sobre qué podríamos encontrar fuera de la tierra.

“Conocemos cada vez mejor (aunque aún faltan muchas piezas para completar el puzle) cómo pudieron surgir las primeras moléculas, las primeras bacterias, las células eucariotas, los organismos pluricelulares y dentro de ellos los animales, los primates, los humanos... rodeados por toda la biodiversidad de la que formamos parte. Tras siglos de estudio sabemos que nuestra especie no supone la culminación de la evolución, la ‘cima de una pirámide’ que realmente no existe, sino una rama más del árbol de la vida. No lo debemos olvidar. Con nuestro habitual antropocentrismo, solemos vernos como ‘lo más perfecto’ de la evolución… cuando en realidad otros seres vivos tienen otras adaptaciones que les han hecho triunfar en otros entornos. Eso sí, en nuestro linaje se ha ido desarrollando de forma extraordinaria un órgano que nos permite transformar el mundo, escribir poemas o construir naves espaciales: el cerebro.”

Los seres humanos seguimos evolucionando, aunque no sabemos hacia dónde porque eso dependerá de cómo vaya cambiando el medio ambiente. “La evolución es lentísima (aunque hay excepciones, como los virus con genoma de ARN… y la pandemia actual es un buen ejemplo de ello), de forma que en los animales o las plantas los cambios son visibles al cabo de mucho tiempo. Pero la vida implica evolución y ninguna especie ‘se queda quieta desde el punto de vista genético’, sin cambiar a lo largo del tiempo”.

A juicio de Briones, en el caso de que se establezcan colonias científicas o mineras estables en Marte sí se podría llegar a acelerar la evolución en nuestra especie: “Dentro de cientos de miles o de millones de años esos ‘humanos marcianos’ probablemente serían muy distintos a los humanos terrícolas.”

“No es posible que la humanidad en su conjunto vaya a trasladarse en el futuro a otro planeta. No tiene sentido ni científica ni sociológicamente. Es decir: no hay un ‘Planeta B’ al que emigrar. Por tanto, el primer mensaje que nos llega cuando estudiamos el Cosmos es que tenemos que cuidar este punto azul pálido porque es y será nuestra casa”.

La evolución, aun siendo muy lenta, responderá a los cambios en el ambiente de nuestro planeta. Así, “si la temperatura sigue subiendo por culpa del cambio climático que los humanos estamos generando, experimentaremos nuevas adaptaciones, tanto nosotros como las demás especies.” La vida como tal ha sobrevivido a muchísimas crisis ambientales y extinciones masivas. Por ejemplo, la biodiversidad de seres pluricelulares disminuyó mucho con el meteorito que acabó con los dinosaurios hace unos 65 millones de años, pero gracias a eso los mamíferos ocupamos nuevos nichos ecológicos y en una de sus múltiples ramas surgimos los humanos.”

“La adaptabilidad de la vida en su conjunto, no tiene límites. Siempre que haya agua, moléculas orgánicas y energía, la vida se las ingeniará para sobrevivir”.

Un nuevo meteorito gigante podría acabar con gran parte de las formas de vida, incluida la humana, pero probablemente esto no supondría un apocalipsis para la vida terrestre en su conjunto. “Que desaparezca nuestra especie (algo que antes o después ocurrirá, como pasa con todas) no significa que acabe la vida, ni mucho menos. Sólo terminará nuestra vida”.

Hipotéticamente, de la vida que subsistiera podría surgir otro tipo de seres inteligentes. “No lo sabemos.” Pero insistía Carlos Briones en que “nos lo tenemos ‘demasiado creído’ como especie. Nos consideramos el centro, la especie elegida… cuando como hemos comentado no somos más que una rama de este árbol evolutivo maravilloso que ha dado lugar a la biodiversidad actual. Una variedad de formas de vida que tenemos que proteger y respetar".

Recordando la frase de su admirado Carl Sagan, Briones añadía que “el Universo es inmenso y por tanto las posibilidades de que exista vida extraterrestre en algún lugar son muy altas. No tenemos evidencias sobre ello, pero hay que estar preparados porque quizá algún día se encuentren”.

Se estima que en el Universo observable puede haber un número de planetas en torno a un uno seguido de veintidós ceros: 1022. Y estamos empezando a asomarnos a ese abismo: “Desde que se detectó el primer planeta fuera del Sistema Solar en 1995, se han caracterizado unos 4.400 planetas extrasolares. Lo más interesante es que al menos 50 de ellos tienen condiciones para que algún tipo de vida haya podido surgir allí. Sabemos cada vez más sobre el origen de la vida en nuestro planeta y eso nos puede ayudar a pensar cómo puede iniciarse en otros”.

Carlos Briones comentaba también los mensajes que hemos lanzado al exterior por si alguien los encuentra, incluidos la señal codificada en ondas de radio enviada desde el observatorio de Arecibo en 1974 o los discos de oro con imágenes y sonidos que llevaban las sondas Voyager lanzadas en 1977. Y nos recuerda que “seguimos manteniéndonos a la escucha de cualquier mensaje que nos pudiera llegar en forma de radiación electromagnética. Hay que estar preparados por si, algún día, ellos deciden comunicarse con nosotros”.