Emergencia climática en tiempos de confrontación

La respuesta a la emergencia climática es la lucha moral y política decisiva de nuestro tiempo, la que definirá a nuestra generación como la respuesta a los totalitarismos definió el siglo XX (Toni Judt). Pertenece al linaje de las grandes movilizaciones políticas y sociales que han tenido lugar en los últimos tres siglos, tales como la prohibición de la esclavitud, la conquista de las libertades y la democracia, la desaparición de los imperios coloniales, la carta de los derechos humanos, la lucha contra el racismo y por los derechos civiles, la construcción del Estado social europeo, los históricos logros de la igualdad de género... Esas transformaciones se libraron y en gran medida ganaron en buena parte del mundo porque fueron capaces de generar una respuesta moral entre amplias mayorías sociales, ya que sentían que afectaba a su sentido básico de la justicia y la igualdad. Por tanto, se equivocan quienes tratan de acotar, de limitar, la respuesta a la crisis climática al ámbito instrumental de la tecnología y/o la economía.

El día de mañana se nos juzgará por la actitud con la que afrontamos esta amenaza existencial. Si la comunidad internacional no es capaz de reconducir la crisis del clima, el futuro que entregaremos a los jóvenes, a nuestros hijos y a las generaciones venideras será “un mundo en llamas”. Si la crisis climática no es reconducida, miles de millones de personas que han nacido y nacerán en el siglo XXI crecerán condicionados de manera muy negativa por la misma. No lo podemos aceptar. Esta es la lucha decisiva de nuestro tiempo.

La colisión con los límites ecológicos planetarios, de la que la crisis climática es su expresión más urgente, nos obliga a mirar más lejos, a abarcar con mayor amplitud espacio-temporal las fuerzas motrices que hemos desencadenado. Ocho mil millones de seres humanos y una economía global que crece imparable desde la revolución industrial son fuerzas motrices formidables que han reconfigurado nuestro planeta. Las presiones e impactos derivados de esa transformación han comenzado a deshacer las costuras ecológicas del Sistema Tierra. Comprenderlo de forma adecuada es la condición cognitiva necesaria para encontrar la salida del laberinto en el que nos hemos adentrado. Una humanidad que se encamina hacia los nueve mil seiscientos millones de personas en 2050 ha de transitar inexorablemente hacia una reformulación de su relación con la Tierra, de lo contrario se enredará en un proceso autodestructivo.